Como explica Jorge Riechmann ,” para poder comenzar la transición y empezar a construir alternativas reales es necesario pasar una fase de aceptación y duelo"
A lo largo de la historia, el cambio y la transición han sido siempre una constante. Para quienes piensan desde el pesimismo acomodado que hagamos lo que hagamos va a dar igual, recordarles los imperios que cayeron, los privilegios abolidos y el avance de los derechos humanos a lo largo de la historia...Siempre, siempre ha habido cambios. La historia de nuestra especie es un proceso de ampliación de la conciencia, es una historia de liberación, con graves crisis, con crisis mortales, pero al fin, un proceso de expansión de la conciencia y de enriquecimiento de la especie. Y ahora no debería ser diferente, luchamos para que no sea diferente.
A lo largo de la historia se suceden periodos de relativa calma en los que la especie acumula energía, con otros en los que la energía acumulada se libera, propiciando cambios más o menos drásticos. Ahora nos toca afrontar una de éstas etapas.
Nos hemos dotado de una compleja organización cultural, social y política que ordena el mundo, y con la globalización, hay que decir que ordena todo el mundo: no hay región o cultura que escape de este entramado. Esta organización ya ha dejado de cobijar y proteger a sus inquilinos, para convertirse en cárcel, en la que muchas personas sufren y unas pocas obtienen grandes beneficios. Esta organización del mundo, a lo largo del S XX ha generado guerras (¡Dos de ellas mundiales!), no ha resuelto los problemas de hambre y ha llevado a la humanidad al borde del colapso por el abuso de los recursos energéticos. Esta construcción cultural, psicológica, jurídica, económica...que llamamos “el sistema” hunde sus raíces en una cosmovisión marcadamente antropocéntrica cuyos orígenes podemos rastrear en el modelo de ciencia del S XVIII, hoy superado por los avances científicos revolucionarios que se sucedieron a lo largo del S.XX.
Algunos de los más amargos frutos del modelo de percepción dominante es una concepción fragmentada de la naturaleza, que nos presenta a ésta como “algo” al servicio de los humanos. Y eso incluye también una percepción fragmentada de la humanidad, en la que unas personas, unas culturas o civilizaciones, son superiores a otras y susceptibles de explotar (y absorber) a las más débiles y “atrasadas”, en aras del progreso. Incluye también la relegación de la mujer y con ella, los valores femeninos presentes en todas las personas, con independencia de su sexo.
Pero este modelo ha entrado en crisis. Por un lado, crisis de las bases económicas y organizativas: crisis del sistema. Parece obvio que al final, la naturaleza no es “algo” al servicio de la humanidad y que el abuso de los recursos genera situaciones que hacen peligrar a la actual civilización humana, cuando no al futuro de la especie. La amenaza que supone el cenit del petróleo, se ve agravada y amplificada por las consecuencias de un cambio climático que va afectar a la productividad y a la habitabilidad de amplias regiones del planeta.
Por otro lado, crisis de percepción. Alentados por el nuevo paradigma científico, además de por la fuerza intuitiva que aún sobrevive en los humanos, cada vez más intensamente y cada vez más personas dan señales de búsqueda de un nuevo marco de relaciones con la Tierra, consigo mismas, con la globalidad de la humanidad y con el resto de los seres vivos con los que compartimos destino. Esa sensibilidad, unida a la percepción de crisis y a la falta de salidas que la crisis social y económica genera, sitúa a la NECESIDAD DE REALIZAR UNA TRANSICIÓN como una de ésas necesidades sociales...Que el sistema y sus mercados ni satisfacen ni tiene interés en que nadie pueda satisfacer. Tenemos que organizarnos y compartir el camino que nos ha de llevar a un mundo más justo e integrado.
¿Qué hacer?
Una respuesta genérica creo que debe englobar tres ideas:
-cambiar hacia dentro, cada quien...
-asociarnos para compartir el proceso.
-religarnos en la trama de la vida, con conciencia y amor hacia todos los seres con que compartimos destino.
Cambiamos cuando miramos hacia nuestra entraña, cuando adquirimos conciencia de lo que somos, de lo que nos importa, más allá de las necesidades creadas. Y ahí el mindfulness, como otras tradiciones contemplativas, puede ayudarnos.
Ampliar nuestro proceso individual de liberación significa cambiar el enfoque hacia nuestro interior, pero también hacia La Tierra. Completarlo con una visión sistémica de la Vida, llenarlo de relaciones enriquecedoras con la otredad del mundo. Y asociarnos para compartir el proceso significa compartir lo hallado, sí, pero también utilizar nuestra capacidad creativa para generar soluciones prácticas que nos permitan cruzar con garantías el proceso de transición...Y generar alternativas de organización en una sociedad que debería sobrevivir a la caída del sistema.
Jon Kabat-Zinn define Mindfulness como:
“Prestar atención de manera intencional al momento presente, sin juzgar”.
Este tipo de atención nos permite aprender a relacionarnos de forma directa con aquello que está ocurriendo en nuestra vida, aquí y ahora. Es una forma de tomar conciencia de nuestra realidad, dándonos la oportunidad de trabajar conscientemente con nuestro sufrimiento, dolor, o con los desafíos de nuestra vida. Y atravesar un mundo en crisis y transición genera sufrimiento, ansiedad, estrés… La atención plena nos ayuda a recuperar nuestro equilibrio interno, atendiendo de forma integral a los aspectos de la persona; cuerpo, mente y espíritu. En la medida en que somos seres naturales, hijos de Gaia, el equilibrio interno se tiene que apoyar necesariamente en un mundo cambiante, cuyas tensiones nos hieren y nos transforman. Equilibrio y transformación; religación y apertura, son las bases de esta propuesta de aunar Mindfulness y trabajo en la naturaleza.
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