A veces una ruta tiene tanta belleza, tanta capacidad de cautivarnos, de mantener nuestra atención en lo que entra por los oídos, por los ojos, por la piel...que el simple hecho de caminar con los sentidos conectados al entorno, se convierte en una práctica de mindfulness, sin tener que añadir nada.
Si además pasas junto a un árbol milenario, permitiendo que su vida te envuelva. Y lo haces con un grupo de personas que están compartiendo el momento, la experiencia se hace más intensa y vivificante.
Así fue la jornada del sábado en Manzaneda. Habrá que volver.
Para ver y descargar algunas fotos, seguid el enlace de más abajo.
https://www.dropbox.com/sh/dt7y8puvs72wymm/AADRoO8x1pBlKe2DjwCHNIJ4a?dl=0
Y la próxima en O Caurel.
Comentarios